En
la mitología griega el centauro (kentaurus en el idioma de la cuna de la
filosofía y cuyo significado es “matador de toros”) es una criatura mitad
hombre, mitad caballo; es decir que consta de cabeza, brazos y torso humano
siendo el cuerpo y las patas equinos. Bien, una vez detalladas las
características de ese maravilloso ser mitológico, os contaré que para mí, mi
hermano Manuel, es el centauro de la época moderna y no sólo porque pase la
mayor parte del día subido a un caballo y que su profesión sea la de crear arte
sobre este animal ante un toro bravo al que tras la faena tiene que matar, si
no porque es tal la armonía que se adivina al verlo cabalgar en sus diferentes
monturas que lo que percibes cuando lo observas no son dos naturalezas
distintas… Es una sola. Él es: mi Centauro.
Sobre "Turronero" en la Feria de Hogueras de Alicante.
Recuerdo
ahora a Manolito cuando era niño. Tuvo clara su vocación desde bien temprano repitiendo
sin parar en casa que él de mayor quería ser rejoneador. Siendo la mía una
familia donde el pan nuestro de cada día era el del toreo a pie, no nos dejaba
de sorprender, sobre todo a mi padre, que el pequeño de la casa viviese
obsesionado con los caballos. Aprendió a montar casi antes que andar y poco a
poco lo que a todos nos parecía una fijación infantil se fue convirtiendo en
realidad. Cuando volvía del colegio, no pensaba en otra cosa que irse a un
picadero cercano a donde vivíamos a montar el caballo que nuestro patriarca,
ante tal afición, le había mandado desde la finca. Y recuerdo también, cargada
de orgullo, como quiso participar en el debut en público de Josemari en el
festival de Campotéjar, toreando con tan solo 13 años por colleras con Marín González Porras. Se me eriza el
vello al evocarlo en mi mente.
Vocación temprana.
Con trece años en el debut de Josemari en Campotéjar.
En
cuanto hubo terminado selectividad, hizo las maletas y se fue a vivir a casa de
su Maestro Pablo Hermoso de Mendoza.
Empezó desde abajo, como cualquier mozo de cuadras, ganándose poco a poco la
confianza de su mentor que volcó en mi hermano muchas ilusiones y esperanzas. Y
es hoy cuando Manuel prepara los caballos del hierro del de Estella desde que
son potros compaginándolo con la puesta a punto de su cuadra a diario y las
actuaciones que reclaman su presencia en las distintas Ferias. Es admirable la
dedicación y pasión con la que vive por y para sus caballos. A mí no deja de
maravillarme… ni pienso que lo haga nunca.
Junto a su admirado Maestro Pablo Hermoso de Mendoza.
Por
todo lo que os acabo de contar, quise acompañarlo en un día de entrenamiento
para poder haceros partícipes de lo que es una jornada suya de trabajo y estrenar con ello la sección de mi Blog:
“Un día con…” Reconozco que me hace muchísima ilusión pues confieso que Manolito es mi debilidad.
Y
allá que me fui yo a las nueve de la mañana a sus cuadras dispuesta a captar
con el objetivo de mi cámara los detalles de tan exhaustivo entrenamiento. Y es
que no hay descanso para él. Aunque tiene ayuda para el cuidado y preparación de
sus caballos, no deja de supervisarlo todo y trabajar como el que más. Prepara
sus monturas, trenza las crines, se hace cargo de la ducha y lo que más me
enternece de todo es ver como trata a sus animales como si fueran sus propios
hijos. Se me cae la baba… Mientras lo veo ejerciendo sus labores con un entusiasmo,
minuciosidad y cuidado desmedido, no se me quita de la cara esa sonrisilla
tonta que acompaña mi expresión de orgullo.
He
estado pensando que la mejor manera de relataros su día a día es hacerlo con
imágenes que hablan por sí solas… Así que ahí os van una serie de instantáneas
que realicé con el corazón, el alma y la admiración volcados en la pantalla de
mi máquina fotográfica de viaje. ¡Todas vuestras!
Preparando el piso antes de comenzar con el entrenamiento.
El herrador haciédole la "pedicura" a Garibaldi.
Sus perros, dos miembros más del equipo.
Hay que ser yunque hasta que se pueda ser martillo.
Ajustando la cincha a Mazantini.
Calentando con Mazantini.
Una de las fases del entrenamiento, afianzar al caballo.
Mazantini.
Espectadora de excepción: Marina Frías.
Supervisando el herraje de Farruquito.
Caballo artista y estrella de su cuadra.
Farruquito al fresquito del ventilador.
Todo son mimos para sus caballos.
Vista de la furgoneta del herrador.
Y yo que pensaba que las mujeres éramos las únicas que necesitamos mil chismes...
Su vaca "Lola" le ayuda en los entrenamientos.
Ante "Lola" sobre Príncipe.
Dándole sitio a Príncipe.
¡Se me cae la baba!
¡Lo dicho! Manuel hace absolutamente de todo.
Vista de las cuadras.
Todo limpio y ordenado.
Consintiendo a Garibaldi.
Sus manos, curtidas de trabajo, ajustan el estribo.
Sabina y Manolito sonriendo a la vez.
Ya
me despido que me tengo que poner a cerrar maletas. ¡Me voy a las Islas
Baleares surcando el Mediterráneo cual pirata! Pero antes de deciros el hasta
luego quisiera recalcar, por si no ha quedado claro ya (cosa que dudo), la adoración, pasión, orgullo, admiración y
amor que siento por mi hermano pequeño. Estoy convencida de que va a ser un
figurón del toreo a caballo y yo estaré siempre a su lado para apoyarle,
animarle y hacer de sus éxitos los míos. ¡Ah! casi se me olvida escribiros la
frase que ha llamado mi atención esta vez y que, para mí, está cargada de
verdad. Es del ensayista y moralista francés Joseph Joubert y dice así: “Lo
que sorprende, sorprende una vez, pero lo que es admirable lo es más cuanto más
se admira”.
Besos
y abrazos a repartir,
Yeyes.