lunes, 29 de abril de 2013

MI MAMÁ ME MIMA



Hoy, aprovechando que se acerca el día de la madre, me gustaría dedicarles este post a todas las mujeres que nos han dado la vida y muy especialmente a la que me la dio a mí. Creo que no hay mejor manera de hacerlo que hablándoos de ella: MI MADRE.




 Mi madre de joven.



A ver, os cuento que estoy aquí sentada, intentando escribir y la emoción no me deja centrarme. No sé por dónde empezar. Infinitos recuerdos vienen a mi mente de forma caótica, mezclando las etapas de mi vida sin orden ni concierto. Así que voy a tener que hacer un esfuerzo grande… y no porque no sepa qué decir, sino porque pensar en ella es pensar en el AMOR elevado a su máximo exponente. Y es que expresar los sentimientos con palabras no es tarea fácil. Otra cosa sería que tuvieseis la oportunidad de ver mi cara cada vez que hablo de ella ¡Se me ilumina! Lo es TODO para mí.



 Mis padres, mi hermana Ana y yo en mi primer verano.


Resulta que ahora, mientras intento estructurar lo que os quiero transmitir, me viene a la mente su canción preferida. La busco en mi lista de reproducción, la pongo y me recreo en su letra. Es esa de Luz Casal que dice: “cuando la pena cae sobre mí, el mundo deja ya de existir, miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos para encontrar la niña que fui…”. Pues es eso exactamente lo que yo hago cuando mis días amanecen grises. Busco entre mis recuerdos de niñez imágenes alegres donde no existe el negro, donde todo es de color… y me vuelvo a ver en los brazos de mi madre protegida. Siempre, siempre hallo paz.



 En brazos de mi madre en el cuarto cumpleaños de mi hermana Ana.


Y ahora lloro… ¡Uf! No sé si seré capaz de conseguir que las sensaciones que provocan los grandes sentimientos que ella me inspira me dejen continuar.

Un sorbo de agua… un pañuelo… un suspiro… Sigo.




 La familia al completo tras el nacimiento de mi hermano Manuel.


Mi madre es mi espejo, mi apoyo incondicional, la que le da luz a mi alma, un ejemplo de valor y superación, una luchadora nata. En definitiva, la mujer que algún día me gustaría llegar a ser. Pero me ha puesto el listón muy alto… no creo que nunca logre ser tan grande como ella. Eso sí, intento conseguirlo con tesón día a día.



 Mi madre y yo en mi 30 cumpleaños.


Debéis saber que la vida no se lo ha puesto nada fácil. Perdió a su padre cuando era joven y más tarde a sus tres hermanos a los que llora en silencio todos los días. Decidió ser mujer de torero, sufriendo cada tarde en la que su marido se enfundaba el traje de luces… Y por si eso no fuera poco, resulta que mis dos hermanos tomaron la determinación de seguir los mismos pasos de mi padre jugándose la vida casi a diario. Yo me pregunto muchas veces en qué momento encuentra sosiego… Pero he de añadir que ninguna de estas circunstancias han conseguido mitigar su alegría, su vitalidad y su fortaleza. Porque mi madre es divertida, alegre y positiva. Ella no se recrea en las penas ni mucho menos… Vive por y para que los suyos seamos felices. ¿Entendéis ahora porqué la admiro tanto?



 Los cuatro hermanos, mi madre, mi abuela y Rocío.


Por eso, no sólo le dedico el primer domingo de cada mayo. Le regalo cada día de mi vida porque ella…  ¡No se merece menos! 




 Las dos Yeyes.


Bueno, ya me despido de vosotros hasta el próximo post otra vez con el corazón latiendo fuerte. Pero antes de terminar quiero confesaros una cosita... Y es que, aunque yo haya cumplidos los 32 años ya, puedo seguir presumiendo de que a mí… ¡mi mamá me mima!



 Foto de mi madre, mi hermana Ana y yo
para el calendario benéfico de APSA.


Yeyes.



viernes, 26 de abril de 2013

LA PERFECTA CABRONA



Hace más o menos un año mi amiga Ampy me regaló el libro “Manual de la perfecta Cabrona” de Elisabeth Hilts. Andaba yo por entonces algo baja de ánimo y Ampy pensó que si yo leía el libro conseguiría con ello venirme un poquito arriba. Pero resulta que no soy muy devota de los  ejemplares de autoayuda… Así que lo coloqué en la estantería pensando  en que quizás algún día lo leería. 




Esa coyuntura se ha dado esta mañana. Creo que cada libro tiene su momento. Sólo hace falta escucharlos. Sí, sí, escucharlos… Si lo haces atentamente, ellos te llaman en la ocasión más oportuna para que abras sus páginas y te pierdas entre sus letras.

Personalmente considero que la literatura es una de las mejores terapias que existen para muchas de las crisis que sufrimos. Y es que ¡no hay mejor refugio que un libro! Yo, inmersa en él, dejo mis preocupaciones diarias a un lado para perderme de la mano de mi imaginación en siglos pasados, lugares mágicos, guerras e idilios, amores y desilusiones… Es entonces cuando los problemas dejan de ser lo único que ocupa mi cabeza. Me meto en la piel de los personajes y en sus problemas propios (ya no son los míos los protagonistas). Además la lectura es ¡un bálsamo para el alma y el mejor inductor al sueño!





  
A ver, que siempre me disperso. ¡A lo que iba! el “Manual de la Perfecta Cabrona”de Elisabeth Hilts. Supongo que estaréis conmigo en que el título impacta (buen recurso de la autora para llamar la atención). Os contaré que, de hecho, cuando algún amigo mío ha venido a casa y lo ha visto en la estantería, lo he sorprendido poniendo cara de asombro como pensando: “-¡¿Yeyes con un manual de “perfecta cabrona”?! ¡Qué barbaridad! Mmmmmmmm….”

Según el “Diccionario de uso del español de María Molinercabrona se aplica como insulto violento a una persona contra la cual tiene el que se lo aplica graves motivos de irritación. ¡Ahí queda eso! Pues bien, yo ni lo soy ni lo quiero parecer… Pero si tengo en cuenta la forma en que utiliza el adjetivo la autora del libro, igual hasta estaría encantada de que me lo llamaran…. Pero... ¡Aviso! montaré en cólera si oigo salir de la boca de cualquiera este calificativo en tono ofensivo. Y ya sabéis, quien avisa no es traidor...


 

Volviendo al libro (que ya me estoy yendo por las ramas otra vez) os diré a continuación que es lo que pienso de él. A ver, desde mi punto de vista, me parece que tiene ritmo y está bien estructurado. La autora utiliza un lenguaje sencillo en frases cortas lo que, junto a las divertidos dibujos que lo ilustran, hacen que su lectura sea fácil y amena. Yo me lo he leído en una hora.


 La autora del libro: Elisabeth Hilts


Puede ser que por su título creamos cuando lo cogemos que tenemos entre las manos una oda al feminismo o un rechazo al machismo. Nada más lejos de la realidad. Yo no he encontrado en él nada que me resultara abusivo ni ofensivo acerca de los hombres (si así hubiese sido, no creo que le hubiese dedicado este post).  Además el último de sus capítulos está designado a ellos. Pero independientemente de este hecho y aún siendo un libro destinado a las mujeres, todo lo que en él se aconseja puede ser perfectamente aplicado al género masculino. Y es que su autora lo que hace es reflexionar sobre el papel que tenemos cada uno en la sociedad y describir las distintas formas en las que deberíamos actuar ante según qué situaciones para así sentirnos bien a nivel emocional e íntimo. Resumiendo: seguros, contentos y a gusto con nuestra personalidad.




Os cuento que la frase del libro es: “Yo creo que no”. Y estoy de acuerdo con Elisabeth en que es inútil la negativa rotunda ante circunstancias que nos incomodan. Yo creo que no es necesaria la imposición, pues hace del diálogo y del entendimiento algo casi imposible.




En fin, que yo no sé si llegaré a ser una “perfecta cabrona”… Ni siquiera sé si quiero serlo… Pero lo que sí puedo hacer es recomendar su lectura a quien quiera pasar un rato distendido, divertido y con un punto de reflexión.

Hoy me despido con una cita que aparece en el libro. Es de May Sarton (poeta y novelista americana) y dice así: “Morimos por confort y vivimos por conflicto”.

Yeyes.


miércoles, 24 de abril de 2013

¡NO SIN MI BOLSO!



Mis amigas, desde  que éramos pequeñas, se traen un cachondeíto continuo conmigo. Ya en el cole se reían porque decían que llevaba de todo en la mochila. Según María Salvador: “una bolsita para cada cosa”. Y la historia no se queda ahí… ahora ocurre lo mismo pero con mi bolso.

No hay vez en que nos reunamos y no haya alguna de ellas que necesite algo. “-Me duele la cabeza… ¿Alguien tiene un ibuprofeno? -Pregúntale a Yeyes”; “Me estoy quedando sin batería… - Seguro que Yeyes lleva el cargador”; “¡Se me acaba de romper una uña…! -Yeyes tiene una lima seguro”. Y todo esto, claro, con sus correspondientes risas e ironías. Y yo, ante toda esta guasita, me río también, pongo cara de pilla y les digo… ¡Ay señor… qué haríais sin mí!

En fin, que yo no soy yo sin mi bolso y ellas tienen en él su kit de emergencia. ¡Ea, todas felices!

Ahí os van las fotos que muestran lo que suelo llevar en el bolso un día normal. Y es que… sé a qué hora salgo de casa por la mañana, pero nunca a la que voy a volver...








 EN MI BOLSO:
 Neceser: Bobbi Brown
 Gafas: Dior
Cartera Damero: Louis Vuitton
Ipad y Iphone: Apple
Libreta: Museo del Prado
Bolígrafo: Mont Blanc
Crema de manos: Eucerin Repair
Llavero: regalo de Ibiza
Pañuelos: Casa





 EN MI NECESER:
Neceser: Bobbi Brown
Barra de labios: Kiko (807)
Lápiz negro: Kiko (01 negro)
Cepillo de un solo uso: Colgate Wisp
Lima de uñas: Beter
Protector solar con color: Heliocare color SPF 50
Pastillero
Máscara de pestañas: Hypnôse de Lancôme
Polvera: Sensai (Kanebo)
Brocha: Chanel
Stick anti rozaduras: Compeed
Perfume: Prada
Colorete en crema: Bobbi Brown
Lágrimas artificiales
Goma del pelo y horquillas
Spray fores de Bach: Bach Rescue Remedy Spray 
   


¿Cómo era eso que decía…? ¡Ah sí, ya me acuerdo!: “Mujer precavida vale por dos”.

Yeyes.

P.D. Hoy las gracias se las quiero dar al que inventó el bolso.

lunes, 22 de abril de 2013

SEVILLA (PARTE III)



Sábado 13 de abril de 2013. Seis y media de la tarde. Colgado en las taquillas de la Maestranza el cartel de no hay billetes. En los tendidos se intuye a la ilusión, a la emoción y a las ganas de disfrutar revoloteando de la mano sobre los allí presentes.




 

Suenan puntuales los clarines y timbales y tras ellos el cerrojazo que pone en alerta a Josemari. Abrazado a su capote de paseo pisa el albero maestrante para enfrentarse por primera vez a seis toros en solitario. El público aplaude ansioso el paseíllo y él concentrado y rezando, aguarda en la primera raya de picar, a que concluya el minuto de silencio en memoria del alma de la ganadera recientemente fallecida, Doña Dolores Aguirre. Tras este momento de recogimiento, cambia su capote de seda por el de brega, mira las banderas, mece al aire dos lances e intercambia con mi padre una mirada de complicidad utilizando ese lenguaje que sólo ellos entienden.






Yo de repente me encuentro sola en el tendido. Mi cuerpo se pone en tensión, el corazón late sin control y me aferro con fuerza a la Guadalupana que cuelga de mi cuello.

Sale el primer toro y se nota en el ambiente las ganas de los presentes por deleitarse con su toreo.  Josemari se entiende con él pero la música no acompaña su faena. Tras una buena estocada recibe una ovación en el tercio. Quedan cinco toros –pensarían los presentes- vamos a administrarnos. Pero a partir del segundo toro la mala suerte, impía, se presenta para acompañarnos. Mi padre y mi hermano Manuel sufren en el callejón como si fueran ellos los que estuviesen toreando. Yo no dejo de mirarlos buscando algún signo que apacigüe mi alma y me anime, pero sus caras son de preocupación. El corazón me oprime el pecho.






Sale el tercer toro, el de Victorino. Es serio y precioso de hechuras. Yo me aferro aún con más fuerza a mi medalla y rezo con un fervor desconocido hasta el momento. Entonces me acuerdo de los que no están. Pienso en mis tíos, sentados en esa barrera celestial, y les ruego gritando en silencio. El peligro del toro me hace hiperventilar, la adrenalina sube hasta las nubes. Vuelven entonces mis ojos a buscar el amparo de mi familia en los burladeros, pero sólo hallo preocupación y el cuerpo tembloroso de Manolito. A partir de ese momento escondo mi cara entre las manos haciendo de mis oídos mis ojos. Percibo por fin que está muerto el toro y las lágrimas recorren abundantemente mi rostro sin previo aviso. Pienso en marcharme de la plaza, pero una energía más grande que mi voluntad me impide hacerlo. Si mi hermano va a hacer el esfuerzo, yo lo hago con él.







No hay tregua. No tengo el más mínimo respiro. Son seis toros para él solo. Yo fumo mientras los areneros arreglan el piso; tengo promesa de no hacerlo mientras está el toro en el ruedo y así consumo los cigarros desesperadamente.






La tarde está demasiado cuesta arriba. El desánimo quiere adueñarse de nuestras almas, pero la fé ciega que tengo en el que va vestido de azul y oro y en su Madre del Cielo no permite que se desvanezcan las esperanzas. Vuelvo a buscar a mi padre. Se acerca a mi hermano entre toro y toro y yo en esos momentos parezco escuchar sus consejos. Encuentro entonces algo de paz… Pero la tarde sigue sin despegar.






Absorta me quedo pensando en toda la gente que quiere a Josemari: mi madre rezando el rosario en casa; su mujer, Rocío, a punto de dar a luz con los nervios agarrados en la barriga donde descansa Julieta (esa niña va a ser muy valiente); mi sobrino Josemari que siente adoración por su padre; y también pienso en los demás familiares que se hallan situados en distintos lugares de la plaza. Auque todos ellos estaban lejos de mí, los sentí más cerca que nunca y consiguieron, sin ser conscientes, darle un empujón a mi ánimo volviéndome así más fuerte.

Sale el quinto de la tarde y es devuelto a los corrales por falta de fuerza. ¿Qué más puede pasar? En su lugar aparece un sobrero de Juan Pedro Domecq. Parece que tiene buen son aunque se le adivina el aguante justo. Lo cuidan en la lidia y Josemari se viene algo arriba. Entiende al toro, le da sus tiempos y alturas y por fin suena la música: “Cielo Andaluz”. Pero el sueño se desvanece a la par que el empuje del toro. Hay que matarlo…. Otra vez se adueña de mí la desesperación.

Miro de nuevo al callejón y descubro la cara de Josemari triste. Está cansado, lleva mucho a sus espaldas. Me concentro en entregarle todas mis fuerzas. También lo hacen mi padre y mis hermanos. Se apoya derrotado en las tablas con su mano derecha en el hombro izquierdo rezándole al Ángel de la Guarda.



 FOTO: Jose Ramón Lozano


Y entonces, la Maestranza rompe al unísono en una ovación llena de cariño y ánimo. Josemari no es capaz de levantar la vista del ruedo para agradecerlo. Juraría que una lágrima recorrió su rostro. Y sin elevar la mirada del piso, se va con garra y arrebato a la puerta de chiqueros para recibir al que cerraba plaza a “Porta Gayola”.



 FOTO: Carlos Núñez


Sale el de Juan Pedro, le pega la larga de recibo y tras ésta dos más. Se enjareta con el toro en un emocionante baile por verónicas y le regala a nuestro tío Julio Robles, que está en el cielo, una media de rodillas. La plaza rompe por fin en aplausos y vítores.



 FOTO: Carlos Núñez


Cambia el gesto de Josemari, cambia el gesto de mi padre, cambian los gestos de mis hermanos y también cambia el mío. Vuelve entonces a apoderarse de nosotros la emoción, pero esta vez de una manera distinta. Ahora lo hace alegre y esperanzada. La lidia se desarrolla rozando la perfección y mi hermano no pierde detalle del quehacer de sus subalternos.

Llega la hora de la faena de muleta. Coge sus trastos y se va, montera en mano, a la misma boca de riego. Brinda al público, a su público, devolviéndole de esta manera el cariño y el apoyo recibidos durante esa y tantas otras tardes maestrantes. Está dispuesto a echar los restos.



 FOTO: Carlos Núñez


Han cuidado y mimado al toro durante la lidia y él empieza dándole confianza citándolo de lejos y aliviando la salida con la muleta algo más alta.

Y ya en el ocaso del día, sus mágicas muñecas devuelven la ilusión a los 13.000 espectadores que allí estábamos. Suena de nuevo la música. Otra vez “Cielo Andaluz”. Ese mismo pasodoble que le acompañara en la faena con la que consiguiera sus primeras dos orejas en Sevilla y que posiblemente pasará a la historia como el pasodoble de Manzanares. 



 FOTO: Carlos Núñez


Se suceden las series con la plaza en pie y yo entonces distraigo mi atención… Tenía que calmar el sufrimiento de mi madre y de Rocío… Así que me pongo a contarles por mensajes todo lo que estaba aconteciendo. Quizá me perdí con ello pases gloriosos, desplantes cargados de torería o cambios de mano de cartel de toros; pero el sufrimiento de las madres es sagrado. No podía hacer otra cosa que intentar amainar los suyos.

Llegó la hora de matar. El silencio se escuchaba. Bajo los tendidos de sol cuadró mi hermano al toro, al buen toro de Juan Pedro, con el éxito agarrado en su empuñadura. Lo citó, lo espero, y le proporciono un estoconazo recibiendo. En ese momento se adueño de mí  y de todos los que esperábamos deseosos el triunfo, la locura. Las lágrimas volvieron a brotar pero ya no eran amargas, sabían a Mediterráneo. Dos orejas. Dos orejas y la recompensa a tanto sacrificio, entrega, sufrimiento y preparación. ¡Qué merito!



 FOTO: Carlos Núñez


Yo me quede absorta en el tendido, impactada por todo lo ocurrido, sentada sin poder moverme de mi localidad, tratando de asimilar, sin lograrlo, todo lo que había acontecido durante esas dos horas y media que se me hicieron eternas.

Y sigo emocionándome mientras escribo. Creedme si os digo que todavía me estoy recuperando de aquel sábado 13 de abril. Y es que ha sido el día más intenso de mi vida sin lugar a dudas. Os diré que no existe en este mundo medidor capaz de calcular el ORGULLO y ADMIRACIÓN que siento por mi hermano.

Bueno... yo ya me despido de vosotros rota, con las emociones revividas y con el corazón de nuevo acelerado.

¡Qué GRANDE eres Josemari, qué GRANDE!

Yeyes.

sábado, 20 de abril de 2013

SEVILLA (PARTE II)

Desde el mismo momento en que se dio la noticia de que Josemari se iba a encerrar con seis toros en La Feria de Sevilla, mis amigos y yo decidimos organizar un viaje para no perdernos EL ACONTECIMIENTO. Lo primero que hicimos fue crear un grupo en whatsapp al que mi ingeniosa amiga María bautizó como “Toros y Cerditos”. ¡No pongáis cara de susto! Os explico el porqué de lo de cerditos. Otra de mis amigas, Rosalba, en cuanto se enteró de los carteles de Sevilla le regaló a su novio José una hucha para que ahorrara algo para el viaje… Así, cada vez que alguno de los amigos llegaba a su casa echaba en ella la voluntad. No sé si al final los ahorros porcinos dieron mucho de sí… pero el nombre, como podréis comprobar, ya creo que lo hizo.


Famosa hucha con forma de cerdito.


Bueno, pues en este peculiar grupo fuimos concretando los pormenores del viaje a lo largo de casi tres meses y, a parte de reírnos con las genialidades de sus miembros, fuimos contagiándonos la ilusión unos a otros.

Llegó la hora de la verdad. Después de haber pasado los días previos comentando entre las chicas los modelitos que nos íbamos a llevar, el viernes por la mañana salimos en dos coches destino: SEVILLA. No sé si os podréis imaginar cómo fue el viaje de ida, pero si os comento que mis amigos son de lo más ocurrentes, concluiréis en que las risas estuvieron aseguradas.

A eso de la media tarde ya estábamos allí y antes de ponernos a sacar maletas, nos tomamos unas cañitas en el hotel donde siempre se queda mi hermano cuando torea en Sevilla: “Los Lebreros”. Ninguno achacamos demasiado los casi 700 km de camino. Estábamos ansiosos por disfrutar de la cantidad de opciones que siempre ofrece esta maravillosa ciudad. Y entre anécdotas del viaje y más risas, concretamos la hora de la cena y nos dispusimos a arreglarnos.

Como ya os comenté en el post anterior, la encargada de organizar la cena fue mi amiga Bea Vega y he de decir que no pudo elegir mejor sitio que “El Volapié” en el barrio de Triana. Os diré que no hay vez que ponga un pie en Sevilla y no pase por allí aunque sea para tomarme una coca-cola. Y es que, a parte de que allí se come como en pocos sitios y a un precio mejor que bueno, sus dueños están “sembraos” y les sale el arte por los cuatro costados. Si tenéis la oportunidad de ir, no dejéis de hacerlo. Estoy convencida de que me daréis la razón.





Tarjeta de visita y detalles
del restaurante "El Volapié".


Os sigo contando. En “El Volapié” cenamos a cuerpo de rey y alargamos la sobremesa con una copita a la que nos invitaron sus simpáticos dueños. Cuando vayáis, no os sorprendáis si se arranca a cantar en el momento más inesperado alguno de los comensales de las mesas vecinas… porque así nos ocurrió a nosotros. Y ¡cómo no! mi hermana Ana ni corta ni perezosa se levantó de la silla, cogió el pañuelo que llevaba al cuello y se puso a torear al compás de los tangos que sonaban. La ovación de todo el que estaba en el restaurante fue casi maestrante. Ana… es mucha Ana. 


 A mi derecha Antonio y a mi izquierda Curro.
Dos de los dueños del restaurante.


Ya terminando la copita, cortesía de la casa, me llamaron unos amigos de Alicante para invitarnos a una caseta de la Feria. Y es que ¡señores! la Feria de Sevilla no empieza el lunes del “pescaito”.



 Foto de la portada de la Feria
antes del alumbrado.

Mi hermana Ana, Bea Vega y yo
bajo el plano del Real de la Feria


Con la portada y las casetas por terminar de arreglar, enfilamos la calle del Real Antonio Bienvenida y llegamos a la caseta de mis amigos. Si no fuera por lo que os acabo de comentar, cualquiera podría pensar que estaba disfrutando de un jueves de Feria, por ejemplo. No dejó de sonar la música en directo ni un solo momento. Se iba relevando un grupo con otro y la alegría estaba dibujada en la cara de todos mis amigos. Pero teníamos que reservarnos para el día siguiente pues iba a ser de muchos nervios y tensiones. Así que en vez de darlo todo, nos fuimos a dormir relativamente pronto.



 Ambiente el viernes 12
en la caseta de Paco Lastra
 
 Con tres miembros de mi equipo en la caseta.
De izq a dcha: 
Miguel Mariscal, Rosalba Gómez y José Buyo.


A la mañana siguiente nos despertamos todos temprano y casi sincronizados. La inquietud por lo que nos quedaba por vivir no nos dejó disfrutar más tiempo de la cama. ¡Ah, por cierto! se me ha olvidado comentaros antes que mi amigo Manuel Lombo nos dejó su casa de la calle Betis para que nos quedáramos allí mis amigos y yo. Y es que resulta que justo ese fin de semana él tenía que cantar en Torrevieja (Alicante). Las cosas de la vida… Yo para su tierra y él para la mía en tan señalada fecha…

He de deciros que, bajo mi punto de vista, no creo que exista un sitio con mejores vistas que la casa de mi Lombi… Mientras desayunábamos en el salón, no podíamos quitar la vista de la imagen que enmarcaban sus balcones… El río Guadalquivir, el Puente de Triana, la Maestranza, la Torre del Oro, la Giralda… Un deleite para los sentidos que acabó hipnotizándonos.




 Maravillosas vistas desde el balcón 
de la casa de Manuel Lombo

Hicimos del desayuno una larga charla. La mesa camilla que preside el salón te atrapa y por ello tuvimos que empujarnos unos a otros para que, de una vez por todas, fuéramos capaces de quitarnos el pijama y arreglarnos. ¡Qué a gustito se está allí!

Una vez lo logramos, salimos a la calle y nos dirigimos a comer con el resto del equipo a un restaurante que se encuentra al principio de la calle Betis “La Taberna del Pescador”. El día era espectacular, el sol lucía espléndido y no quedaba casi ninguna silla libre en las terrazas que visten la ribera trianera del Guadalquivir. Poco a poco los nervios de la corrida se iban haciendo más intensos. Pero hicimos un esfuerzo… y al final pudimos desconectar un poquito disfrutando así de ese ratito entre amigos.



 Grupo de chicas.
De izq a dcha:  
Ana Dols, Bea Vega, 
María Salvador y Rosalba Gómez.
 

 Grupo de chicos.
De izq a dcha: 
Daniel Entrellardat, Antonio Sánchez-Marco, 
José Buyo y Miguel Mariscal.


Y llegó la hora de acicalarse para los toros. Las duchas las organizamos por turnos y las chicas nos reunimos en el salón para maquillarnos juntas. De fondo sonaba la marcha de Semana Santa “Pasa la Macarena”. Y es que cada vez que me quedo en casa de Manuel seguimos el mismo ritual cuando torea Josemari. Lombo no estaba, pero me dejó preparado el C.D. en el reproductor para que yo no faltara a nuestra liturgia aún en su ausencia.

Ya listos y con los nervios por vestido, iniciamos el camino que separa Triana de la Maestranza. Tardamos en llegar y no porque la distancia fuera larga, sino porque nos cruzamos con muchos amigos y conocidos que nos querían desear suerte a mi hermana y a mí en esa tarde tan importante.



 Cruzando el Puente de Triana.

 Saludando a la Duquesa de Alba
en la puerta de la Maestranza


Cuando conseguimos situarnos en nuestras localidades, creo que no me equivoco si digo que a todos nos empezó a latir el corazón con más fuerza. Y es que, los que no éramos familia de Josemari, eran buenos amigos suyos. Sufrimos y disfrutamos absolutamente todos…



 Lleno de no hay billetes.


No voy a entrar en detalles de lo que ocurrió y de lo que sentimos a lo largo de la tarde porque eso lo tengo reservado para el siguiente post. Lo que sí os puedo decir es que ha sido el día más intenso de mi vida.

A ver, prosigo. Una vez terminó la encerrona, nos quedamos sentados alrededor de media hora en nuestros asientos del tendido siete viendo como se vaciaba de aficionados la Maestranza paulatinamente. Parecía como si nos hubiese pasado una apisonadora por encima. Necesitábamos tiempo para recuperarnos de tantas emociones…



 Esperando para salir de la plaza.

Todo el grupo de amigos.
De izq a dcha y de abajo a arriba:
Bea Vega, María Salvador, Rosalba Gómez
Dani Entrellardat, Ana Dols, Miguel Mariscal,
Elena Rodrigo, David Martínez y José Buyo. 


Cuando conseguimos medianamente volver a ser personas, salimos de la plaza en dirección al lugar de reunión “obligado” después de los toros en Sevilla: el restaurante “Puerta Grande”. Allí nos encontramos con profesionales del toro, seguidores de Josemari y amigos que habían venido de todas partes del mundo con motivo de los seis toros. Fue un no parar… Brindamos por las dos orejas, cambiamos impresiones de la corrida y nos pusimos al día con aquellos a los que hacía tiempo que no veíamos.


Restaurante "Puerta Grande"
Calle Antonio Díaz, 33.
 
 Con mis amigas. Grandes seguidoras de Josemari.
De izq a dcha:
Yolanda González, Nuria González, 
Nieves Álvarez y Rosalba Gómez.


Resulta que esa misma noche un amigo mío francés, Cedric Reversades, había organizado con motivo de su cumpleaños y aprovechando la especial cita taurina, una fiesta en una preciosa casa del barrio de Santa Cruz. Nosotros, como ya somos perros viejos, optamos por comer algo antes de ir para allá en el restaurante del que os acabo de hablar y que es de un gran amigo de mi familia: Antonio Donaire (también conocido como “el Morito”). Queríamos reponernos antes de la celebración…

Con la cena ya entre pecho y espalda y el nivel de las energías estabilizado, nos despedimos de mi querido Antonio agradeciéndole lo bien que nos había tratado. Fue en ese momento de besos y abrazos cuando me sorprendió regalándome una impresionante foto de mi hermano Josemari tomada por el fotógrafo taurino Eduardo Porcuna la pasada Feria de San Miguel. 



 Recibiendo el regalo de manos
de mi querido Antonio Donaire.

 Con Eduardo Porcuna,
el autor de la fotografía.


Bueno, os sigo contando. A eso de la una de la madrugada, los taxis que habíamos cogido para que nos acercaran hasta el barrio de Santa Cruz, nos dejaron en la entrada de dicho barrio pues no se puede acceder más allá en coche. Previamente nos habían dado las indicaciones precisas para llegar andando a la casa donde nos habían citado. Por mucho hincapié que hicieron en las referencias, nos dimos un tremendo paseo de media hora perdidos por los mágicos callejones empedrados. Ni que decir tiene que a más de una los tacones nos jugaron una mala pasada. Y lo hicieron hasta tal punto que casi terminamos besando el suelo. Pero como se suele decir, nosotras… “antes muertas que sencillas”.

Por fin conseguimos llegar a la calle Pimienta, número 4. El ambiente que nos recibió fue espectacular. Y es que Cedric es un gran anfitrión. Había organizado la fiesta supervisando hasta el último detalle. No dejaron de tocar grupos durante toda la noche, alternando actuaciones de música más bailable con otras para escuchar sentados. Casi todos los que estábamos allí nos conocíamos y he de deciros que nos dejamos lo poco que nos quedaba de nuestros pobres y sufridos piececitos bailando al son de la música de “Los Alpresa”. No hay fiesta que se precie en la que no estén contratados. De hecho animaron la boda de mi hermano Josemari. Y es que con el ritmazo que tienen no hay quien se quede sentado en la silla ¡os lo aseguro! Mis amigos de Alicante no hacían otra cosa que repetir “¡Qué fiestón!”, convirtiéndose al final esta expresión en la frase del viaje. ¿Verdad Dani?



 Ambientazo en la fiesta
de mi amigo Cedric.
 
 Los Alpresa tocando.

Con Fiona Ferrer.


Conforme fueron pasando las horas, la noche se fue haciendo más y más cómplice de los que allí estábamos. Entre actuación y actuación no faltaba un espontáneo que se arrancara a cantar…. Miraras para donde miraras encontrabas sonrisas. La sensación que éstas transmitían era la de que nadie se quería ir a dormir. Pero todo lo bueno llega a su fin… y con las claras del alba entrando por el patio que distribuye las diferentes estancias de la casa, decidimos poner fin a ese día, esa tarde y esa noche; todos ellos tan intensos. La cama nos esperaba… y camino del taxi nosotros también a ella.

Caímos rendidos, felices, realizados y con miles de sensaciones y sentimientos revoloteando en nuestro interior. Y así, entre sueño y realidad, llegó el final del tan ansiado y esperado viaje sevillano.

Bueno, ahora sí que me despido hasta el siguiente post. Pero antes de hacerlo me gustaría agradecerle, con todo el cariño del que soy capaz, el apoyo, compañerismo, comprensión y generosidad que me brindaron mis compañeros de aventura: Rosalba Gómez (@rosalba_gomez), José Buyo (@josebuyo), Miguel Mariscal (@dr_mariscal), Daniel Entrellardat, María Salvador, Bea Vega (@vega_bea), Antonio Sánchez-Marco y mi adorada hermana del alma Ana. Equipo, ya sabéis todo lo que os quiero. No hubiese sido lo mismo sin vosotros.

Con el corazón bailando por sevillanas os mando besos y abrazos a repartir.

Yeyes.